sábado, 26 de febrero de 2022

DEUTERONOMIO 4

  • Moisés exhorta a la obediencia
  • La experiencia de Israel en Horeb
  • Advertencia contra la idolatría
  • Las ciudades de refugio al oriente del Jordán
  • Moisés recapitula la promulgación de la ley


DEUTERONOMIO 4





4.2 ¿Qué se quiere decir con añadir o disminuir a los mandamientos de Dios? Estas leyes eran la Palabra de Dios y por lo tanto estaban completas. ¿Cómo podría cualquier ser humano, con una visión y un conocimiento limitados, alterar las leyes perfectas de Dios? Añadir algo a las leyes las convertiría en una carga, disminuirlas las dejaría incompletas. Así que las leyes debían permanecer inalterables. Pretender hacer cambios a la ley de Dios es asumir una posición de autoridad sobre Dios, que dio las leyes (Mat 5:17-19; Mat 15:3-9; Rev 22:18-19). Los líderes religiosos en los tiempos de Cristo hicieron exactamente eso; elevaron sus propias leyes al mismo nivel de las de Dios. Jesús los reprendió por ello (Mat 23:1-4).

4.8 ¿Serán todavía aplicables a los cristianos de hoy las leyes que Dios dio a los israelitas? Las leyes de Dios están diseñadas para guiar a cualquier persona a una vida saludable, recta y dedicada a Dios. Su propósito era señalar el pecado (o pecado potencial) y señalar la forma adecuada de enfrentarlo. Los Diez Mandamientos, lo fundamental de la ley de Dios, son tan aplicables hoy como lo fueron tres mil años atrás porque proclaman un estilo de vida que Dios respalda. Son la expresión perfecta de quién es Dios y cómo quiere El que la gente viva.
Pero Dios dio otras leyes además de los Diez Mandamientos. ¿Son estas igual de importantes? Dios nunca dictó una ley que no tuviera un propósito. Sin embargo, muchas de las leyes que leemos en el Pentateuco estaban dirigidas especialmente a la gente de esa época y de esa cultura. Aunque una ley en particular puede no ser aplicable a nosotros, sí lo es la verdad eterna y el principio que la respalda.
Por ejemplo, los cristianos no practican sacrificios de animales en la adoración. Sin embargo, los principios que los fundamentaban -perdón del pecado y gratitud a Dios- se aplican todavía. Los sacrificios apuntan al sacrificio supremo que Jesucristo hizo por nosotros. El Nuevo Testamento dice que con la muerte y la resurrección de Jesucristo se cumplieron las leyes del Antiguo Testamento. Esto significa que mientras las leyes del Antiguo Testamento nos ayudan a reconocer nuestros pecados y a corregir nuestra maldad, es Jesucristo quien quita nuestros pecados. Jesús es ahora nuestro ejemplo máximo porque obedeció perfectamente la ley y modeló su intención verdadera.

4.9 Moisés quería asegurarse de que el pueblo no olvidaría todo lo que había visto hacer a Dios, así que instó a los padres a que enseñaran a su hijos los grandes milagros de Dios. Esto ayudaba a los padres a recordar la fidelidad de Dios y servía para transmitir de una generación a otra las historias que narraban los grandes hechos de Dios. Es fácil olvidar las formas maravillosas en que Dios ha trabajado en la vida de su pueblo. Pero usted puede recordar los grandes hechos de la fidelidad de Dios al contar a sus hijos, amigos y colegas lo que le ha visto hacer.

4.19 Dios no estaba disculpando la idolatría de las demás naciones. Simplemente estaba diciendo que mientras el juicio se retardaría para aquellas otras naciones, sería rápido y completo para Israel porque Israel conocía las leyes de Dios. Debemos recordar que la idolatría no era tan sólo tener estatuas en la casa: montones inofensivos de arcilla, madera y hierro. Era el compromiso con otras cualidades, creencias y prácticas malignas que estaban representadas por los ídolos (tales como asesinato, prostitución, crueldad en la guerra, egocentrismo) o a las fuerzas y atributos de la humanidad, del reino animal, del orden de las estrellas que eran reverenciadas sin hacer referencia a Dios que los había creado. Debido a que Dios se había revelado a sí mismo tan claramente en la historia de Israel, los israelitas no tenían excusa para adorar a nadie más que al Dios verdadero.

4.24 Dios es fuego consumidor. Ya que es moralmente perfecto, aborrece el pecado y no puede aceptar a los que lo practican. El pecado de Moisés le impidió entrar en la tierra prometida, y ningún sacrificio pudo evitar ese dictamen. El pecado nos impide entrar a la presencia de Dios, pero Jesucristo pagó la multa por nuestro pecado y con su muerte nos liberó para siempre del juicio de Dios. Confiar en Jesucristo nos salva de la ira de Dios y nos permite comenzar una relación personal con El.

4.24 Los celos demandan afecto y lealtad exclusivos. Algunos celos son malos. Es destructivo que un hombre se moleste cuando su mujer habla placenteramente con otro hombre. Pero hay celos que son buenos. Es correcto que un hombre exija que su mujer lo trate a él, y sólo a él, como esposo. Por lo común, utilizamos la palabra celos con su connotación negativa. Pero el celo de Dios es adecuado y bueno. El está defendiendo su Palabra y su alto honor. El nos hace una exigencia fuerte: solo al Señor, y a nadie más en todo el universo, debemos tratarlo como Dios.

4.29 ¿Quiere conocer a Dios? Dios prometió a los israelitas que lo encontrarían cuando lo buscaran con toda su alma y con todo su corazón. A Dios se le puede conocer y, El quiere que lo conozcan, pero tenemos que querer conocerlo. Los actos de servicio y adoración deben estar acompañados de una devoción sincera que salga del corazón. Como dice Heb 11:6, "es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan". Dios premiará a los que buscan una relación con El.

4.32 ¡Cuán tentados nos sentimos de mirar a todas partes menos a Dios en cuanto a guía y conducción! Confiamos en los médicos, en los consejeros financieros y en los comentaristas de noticias, pero ¿confiamos en Dios? Busque primeramente el consejo de Dios (4.39, 40), y reconozca su autoridad sobre cada dimensión de la vida.

4.40 ¿Tenía Israel la garantía de prosperidad si obedecía las leyes de Dios? Sí, pero tenemos que ver cuidadosamente qué significaba eso. Las leyes de Dios se diseñaron para hacer de esa nación escogida una nación saludable, justa y misericordiosa. Cuando el pueblo seguía esas leyes, prosperaba. Sin embargo, esto no quiere decir que no había enfermedades, ni tristezas ni incomprensiones entre ellos. En lugar de eso, significa que prosperaron como nación, y que los problemas individuales los manejaron de la manera más justa posible. Actualmente la promesa de Dios de prosperidad -su presencia constante, su consuelo y los recursos para vivir como debemos- se extiende a todos los creyentes. Enfrentaremos pruebas, Jesús nos lo aseguró. Pero evadiremos la calamidad que es resultado directo del pecado intencional y sabremos que en el cielo nos espera un gran tesoro.


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