El
punto principal de Hebreos es que Jesús es el Gobernante, quien esta
sentado
a la diestra del Padre (Heb. 8:1). Como Dios, Jesús siempre ha sido el
Gobernante
del Universo. Pero, cuando Adán y Eva pecaron, Satanás se convirtió
en
el gobernante de este mundo (Juan 12:31; 14:30; 16:11). Sin embargo, Jesús
vino
y derroto a Satanás en la Cruz, con lo que recupero el derecho de gobernar
a
quienes lo aceptan como su Salvador (Col. 2:13-15).
Los
dos primeros capítulos de Hebreos se enfocan especialmente en la investidura
de
Jesús como Rey.
Lee Hebreos 1:5 al 14. ¿Qué está
sucediendo aquí?
Estos
versículos se organizan en tres partes. Cada parte presenta un aspecto
de
la ceremonia de entronización del Hijo. En primer lugar, Dios adopta a Jesús
como
su Hijo real (Heb. 1:5). En segundo lugar, Dios presenta al Hijo ante la corte
celestial,
que lo adora (Heb. 1:6, 8) mientras el Señor proclama el gobierno eterno
del
Hijo (Heb. 1:8-12). En tercer lugar, Dios entroniza al Hijo: el otorgamiento
del
poder
en si (Heb. 1:13, 14).
Una
de las creencias más importantes del Nuevo Testamento es que en Jesús
Dios
cumplido sus promesas a David (ver 2 Sam. 7:8–16; Luc. 1:30–33). Jesús nacido
del
linaje de David en la ciudad de David (Mat. 1:1-16; Luc. 2:10, 11). Durante su
ministerio,
la gente a menudo lo llamaba “hijo de David”. Fue ejecutado bajo la
acusación
de pretender ser “EL REY DE LOS JUDIOS” (Mat. 27:37). Pedro y Pablo
predicaron
que Jesús había resucitado de la muerte en cumplimiento de las promesas
hechas
a David (Hech. 2:22–36; 13:22–37). Y en el Apocalipsis se identifico
a Jesús
como “el León de la tribu de Juda” (Apoc. 5:5).
Hebreos,
por supuesto, concuerda. Dios cumplido en Jesús las promesas hechas
a
David: Dios le dio un nombre “excelente” (Heb. 1:4), lo adopto como a su
propio
Hijo (Heb. 1:5), estableció su trono para siempre (Heb. 1:8, 12) y lo sentó
a
su “diestra” (Heb. 1:13, 14). Además, de acuerdo con Hebreos 4, Jesús guía al
pueblo
al reposo de Dios y nos recuerda que Jesús es el constructor de la casa
de
Dios (Heb. 3:3, 4).
Jesús,
entonces, es el Gobernante legitimo inmerso en una guerra contra
Satanás,
el usurpador, por nuestra lealtad.
¿Cómo podemos consolarnos
–especialmente en medio de las pruebas– al saber
que Jesús es el Gobernante del
Universo?
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