lunes, 31 de enero de 2022

GENESIS 38

  • Judá y Tamar 


GENESIS 38





38.1ss Este capítulo presenta el carácter inmoral de Judá en contraste con el carácter moral de José. La falta de integridad en Judá resultó en engaño y discordia familiar. En el siguiente capítulo, vemos cómo la integridad de José y sus sabias decisiones reflejan su carácter justo. Su fidelidad se vio recompensada con bendiciones para sí mismo y para su familia mayores de lo que pudo haber imaginado.

38.8-10 Esta ley acerca del casamiento de una viuda "de la familia" se explica en Deu 25:5-10. La razón de ser de esta ley era que la viuda sin hijos pudiera concebir uno que recibiera la herencia del esposo fallecido y, a su debido tiempo, cuidara de ella. Debido a que el hijo de Judá (esposo de Tamar) no tuvo hijos, no había línea familiar a través de la cual pudiera ser transferida la herencia y la bendición del pacto. Dios mató a Onán porque no quiso cumplir la obligación que tenía con su hermano y Tamar.

38.15-23 ¿Por qué esta historia parece adoptar un punto de vista liviano en cuanto a la prostitución? Las prostitutas eran comunes en las culturas paganas como la de Canaán. Las prostitutas públicas servían a las diosas cananeas y eran parte de los cultos religiosos. Se estimulaba la fornicación para que mejorara la fertilidad en las cosechas y el ganado. Eran más respetadas que las prostitutas privadas, a las que a veces se castigaba cuando las sorprendían. Tamar fue arrastrada a seducir a Judá por su deseo intenso de tener un hijo y ser la matriarca de la estirpe más antigua de Judá. A Judá lo arrastró su lujuria. Ninguno de los dos casos era justificable.

38.15-24 ¿Por qué Judá fue tan liberal en su relación con una prostituta y, sin embargo, tan dispuesto a ejecutar a su nuera por ser una de ellas? Para entender esta aparente contradicción, debemos entender el lugar de la mujer en Canaán. La función principal de la mujer era dar a luz hijos que perpetuaran la línea familiar. Para asegurarse de que los hijos pertenecieran a su marido, se esperaba que la novia fuera virgen y que después de casados tuviera relaciones sólo con él. Si una esposa cometía adulterio, podría ser ejecutada. Algunas mujeres, sin embargo, no pertenecían a una familia. Podían ser prostitutas del santuario, que eran mantenidas por medio de las ofrendas, o prostitutas comunes mantenidas por los hombres que utilizaban sus servicios. Sus hijos no eran herederos de nadie, y los hombres que las contrataban no adulteraban la línea sanguínea de nadie.
Judá no consideró malo contratar a una prostituta por una noche; después de todo, él con gusto la pagaba. Pero quiso que mataran a Tamar, porque si ella había quedado embarazada como resultado de la prostitución, su nieto no sería parte de su árbol genealógico. Aparentemente la moralidad sexual nunca le pasó por la mente; su único interés era mantener su herencia dentro de su familia. Lo interesante es que fue Tamar, y no Judá, la que actuó para que tuviera herederos legales. Al seducirlo, actuó más en el espíritu de la ley que Judá cuando no quiso enviarle a su tercer hijo.
Esta historia de ninguna manera implica que Dios se hace de la vista gorda ante la prostitución. A través de la Biblia se condena la prostitución como un pecado serio. Si la historia tiene una moraleja, es que la fidelidad a las obligaciones familiares es importante. Dicho sea de paso, Judá y Tamar son antepasados directos de Jesucristo (véase Mat 1:1-6).

38.18 Un sello era una forma de identificación que se empleaba para autenticar los documentos legales. Por lo general era un diseño único tallado en piedra y montado en un anillo o collar que era inseparable de su dueño. Las personas ricas o de gran prestigio utilizaban sellos para imprimir marcas en el barro o en la cera como una especie de firma. Obviamente, ya que Tamar tenía el sello de Judá, podía probar que él había estado con ella.
38.24-26 Cuando Tamar reveló que estaba embarazada, Judá, que sin saberlo la había embarazado, quiso matarla. Judá había encubierto su pecado, sin embargo reprochó a Tamar. A menudo los pecados que tratamos de encubrir en nuestras vidas son los que nos molestan más cuando los vemos en otros. Si le indigna el pecado de otros, puede ser que usted tenga la misma tendencia a pecar y no quiera reconocerlo. Cuando reconocemos nuestro pecado y le pedimos a Dios que nos perdone, perdonar a otros es más fácil.

 MUJERES EN EL ARBOL GENEALOGICO DE JESUS
Tamar Cananea:  Gen 38:1-30
Rahab:  Cananea    Jos 6:22-25
Rut:  Moabita   Rth 4:13-22
Betsabé:  Israelita   2Sa 12:24-25


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