miércoles, 17 de noviembre de 2021

ROMANOS 8

  • Viviendo en el Espíritu
  • Más que vencedores


8.1 "Es inocente; déjenlo en libertad". ¿Qué significan estas palabras para usted si se hallara en la fila de las personas condenadas a muerte? El hecho es que todo el género humano está sentenciado a muerte, condenado con justicia por quebrantar repetidamente la santa ley de Dios. Sin Jesús no tendríamos esperanza alguna. ¡Pero gracias a Dios! Nos declaró inocentes y nos concedió libertad del pecado para hacer su voluntad.


8.2 Este Espíritu de vida es el Espíritu Santo. Estuvo presente en la creación del mundo (Gen 1:2) y es el que produce el renacimiento de todo cristiano. El Espíritu Santo nos da el poder que necesitamos para disfrutar la vida cristiana. Si desea más información acerca del Espíritu Santo, léanse las notas a Joh 3:6; Act 1:3; Act 1:4-5; Act 1:5.


8.3 Jesús se dio en sacrificio por nuestros pecados. En los tiempos del Antiguo Testamento, se ofrecían continuamente sacrificios de animales en el templo. Los sacrificios mostraban a los israelitas la seriedad del pecado: la sangre debía esparcirse para que se recibiera el perdón (véase Lev 17:11). Pero en verdad la sangre de los animales no podía quitar el pecado (Heb 10:4). Los sacrificios representaban el sacrificio de Cristo, quien pagó el castigo de todos los pecados.


8.5, 6 Pablo divide a la gente en dos categorías: los que son de la carne y los que son del Espíritu Santo. Todos estaríamos en la primera categoría si Jesús no nos hubiera ofrecido una vía de escape. Una vez que aceptamos a Jesús, le seguimos porque su senda nos brinda vida y paz. Cada día debemos decidir a conciencia centrar nuestras vidas en Dios. Use la Biblia para ver los mandatos de Dios y sígalos. Pregúntese en cada situación dudosa: "¿Qué quiere Jesús que haga?" Cuando el Espíritu Santo le muestre lo que es bueno, hágalo con entusiasmo. Si desea más información acerca de la naturaleza que se opone a nuestra nueva vida en Cristo, léanse 6.6-8; Eph 4:22-24; Col 3:3-15.


8.9 ¿Se ha preguntado alguna vez si es cristiano de verdad o no? Cristiano es todo el que tiene el Espíritu de Dios morando en El. Si usted ha confiado sinceramente en Cristo como Salvador y lo ha reconocido como Señor, el Espíritu Santo ha entrado a su vida y ya es cristiano. Uno no sabe que ha recibido el Espíritu Santo porque haya sentido ciertas emociones, sino porque Jesús lo ha prometido. Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros, creemos que Jesús es el Hijo de Dios y que la vida eterna se obtiene a través de El (1Jo 5:5); empezamos a actuar bajo la dirección de Cristo (Rom 8:5; Gal 5:22-23); encontramos ayuda en los problemas cotidianos y en la oración (Rom 8:26-27); podemos servir a Dios y hacer su voluntad (Act 1:8; Rom 12:6ss); y somos parte del plan de Dios para la edificación de su Iglesia (Eph 4:12-13).


8.11 El Espíritu Santo es promesa de Dios o garantía de vida eterna para quienes creen en El. El Espíritu está ahora en nosotros por fe y por fe estamos seguros de que viviremos con Cristo por la eternidad. Véanse Rom 8:23; 1Co 6:14; 2Co 4:14; 1Th 4:14.


8.13 "Hacéis morir las obras de la carne" significa dar por muerto el poder del pecado en nuestro cuerpo (véanse 6.11; Gal 5:24). Cuando nos consideramos muertos al pecado, podemos rechazar la tentación.


8.14-17 Pablo toma la adopción para ilustrar la nueva relación del creyente con Dios. En la cultura romana, la persona adoptada perdía todos sus derechos en su familia anterior y ganaba los derechos de un hijo legítimo en su nueva familia. Se convertía en heredero de las posesiones de su nuevo padre. Asimismo, cuando uno acepta a Cristo, gana todos los privilegios y responsabilidades de un hijo en la familia de Dios. Uno de estos privilegios notables es recibir la dirección del Espíritu Santo (véase Gal 4:5-6). Quizás no sintamos siempre que pertenecemos a Dios, pero el Espíritu Santo es nuestro testigo. Su presencia en nosotros nos recuerda quiénes somos, y nos anima con su amor divino (Gal 5:5).


8.14-17 Ya no somos esclavos temerosos y viles. Ahora somos hijos del Amo. ¡Qué privilegio! Debido a que somos hijos de Dios, disfrutamos de grandes riquezas como coherederos. Dios ya nos ha dado sus mejores regalos: su Hijo, perdón, vida eterna; y nos anima a pedirle todo lo que necesitemos.


8.17 Identificarse uno con Jesús tiene un precio. Junto con las grandes riquezas que menciona, Pablo habla de los sufrimientos que los cristianos enfrentarán. ¿Qué clase de sufrimientos serán? Para los creyentes del primer siglo hubo consecuencias sociales y económicas, y muchos enfrentaron persecución y muerte. Nosotros también debemos pagar un precio por seguir a Jesús. En muchos lugares del mundo actual, los cristianos enfrentan presiones tan severas como las de los primeros seguidores de Cristo. Aun en países donde el cristianismo se tolera o alienta, los cristianos no deben bajar la guardia. Vivir como Cristo lo hizo (servir a otros, ceder sus derechos, resistir las presiones para conformarse al mundo) siempre exige un precio. Nada que suframos, sin embargo, podrá compararse al gran precio que Jesús pagó por nosotros para salvarnos.


8.19-22 El pecado causó la caída de la creación del estado perfecto en que Dios lo creó todo. El mundo está sujeto a frustración y deterioro a fin de que no cumpla con su propósito original. Un día la creación será liberada y transformada. Mientras llega ese día, espera con impaciente expectativa la resurrección de los hijos de Dios.


8.19-22 Los cristianos ven al mundo tal como es: decadente en lo físico e infectado por el pecado en lo espiritual. Sin embargo, los cristianos no debemos ser pesimistas, porque tenemos la esperanza de un futuro glorioso. Miramos hacia los nuevos cielos y tierra que Dios prometió y esperamos el nuevo orden que librará al mundo de pecado, enfermedades y maldad. Mientras tanto, salimos con Cristo al mundo a sanar cuerpos y almas enfermas y luchar contra los efectos malignos del pecado.


8.23 Resucitaremos con cuerpos glorificados semejante al que Cristo posee ahora en el cielo (véase 1Co 15:25-58). Tenemos las "primicias", el adelanto del Espíritu Santo como garantía de nuestra vida resucitada (véanse 2Co 1:22; 2Co 5:5; Eph 1:4).


8.24, 25 Es natural que los hijos confíen en sus padres a pesar de que estos algunas veces fallan al cumplir con sus promesas. Nuestro Padre celestial, sin embargo, nunca promete algo que después no cumpla. No obstante, su plan puede demorar más de lo que esperábamos. En lugar de actuar como niños impacientes mientras esperamos que se revele la voluntad de Dios, debiéramos confiar en la bondad y sabiduría del Señor.


8.24, 25 En Romanos, Pablo presenta la idea de que la salvación es pasado, presente y futuro. Es pasado porque fuimos salvos en el momento en que creímos en Jesucristo como Señor y Salvador (3.21-26; 5.1-11; 6.1-11, 22, 23); nuestra vida nueva (vida eterna) comenzó en ese momento. Es presente porque nos estamos salvando; o sea, estamos en proceso de santificación (véase la nota a 6.1-8.39). Pero al mismo tiempo no recibimos por completo los beneficios y bendiciones de la salvación que recibiremos cuando el reino de Cristo se establezca definitivamente. Esa será nuestra salvación futura. Aunque estamos seguros de nuestra salvación, seguimos mirando con esperanza y confianza hacia aquel cambio completo de cuerpo y personalidad que nos espera más allá de esta vida, cuando seamos como El es (1Jo 3:2).


8.26, 27 Como creyente, no está abandonado a su suerte para enfrentar los problemas. Aun cuando no sepa las palabras adecuadas cuando ora, el Espíritu Santo ora con usted y por usted, y Dios contesta. Con la ayuda de Dios al orar, usted no debe temer estar ante su presencia. Pida que el Espíritu Santo interceda en su favor "conforme a la voluntad de Dios". Luego, cuando presente sus peticiones a Dios, confíe en que El siempre le dará lo mejor.


8.28 Dios hace posible que "todas las cosas", no solo incidentes aislados, redunden en nuestro bien. Esto no significa que todo lo que nos pasa es bueno. Lo malo sigue prevaleciendo en nuestro mundo caído, pero Dios es capaz de cambiar todas las circunstancias a nuestro favor. Tenga presente que Dios no está ocupado en hacernos felices, sino en cumplir sus propósitos. Note asimismo que esta promesa no es para todos. Es solo para los que aman a Dios y forman parte de los planes divinos. Los "llamados" son todas los que el Espíritu Santo convence y permite que reciban a Cristo. Estas personas tienen una nueva perspectiva, una nueva mentalidad en la vida. Confían en Dios, no en los tesoros de la vida; buscan su seguridad en el cielo, no en la tierra; aprenden a aceptar el dolor y la persecución, no a lamentarlos, porque Dios está con ellos.


8.29 La meta suprema de Dios en cuanto a nosotros es hacernos semejantes a Cristo (1Jo 3:2). A medida que vamos siendo como El, descubrimos lo que en realidad somos, las personas para lo cual fuimos creados. ¿Cómo podemos ser conformados a la imagen de Cristo? Leyendo y prestando atención a la Palabra de Dios, estudiando su vida en la tierra a través de los Evangelios, llenándonos con el Espíritu Santo y haciendo la obra de Dios en la tierra.


8.29, 30 Algunos creen que estos versículos dicen que, antes de la fundación del mundo, Dios determinó quiénes habrían de recibir la salvación. Señalan pasajes como Eph 1:11, que dice: "Habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad". Otros dicen que Dios sabía quiénes responderían positivamente, y sobre ellos puso su marca (predestinó). Lo que está claro es que el propósito de Dios en cuanto al hombre no fue producto de un pensamiento tardío, sino que se determinó antes de la fundación del mundo. La humanidad se creó para servir y glorificar a Dios. Si usted aceptó a Cristo, regocíjese porque Dios siempre lo ha conocido. Su amor es eterno. Su sabiduría y poder son supremos. El le guiará y le protegerá hasta el día en que llegue a su presencia.


8.30 Llamó significa convocó o invitó. Si desea más información acerca de la justificación y la glorificación, véase el cuadro en el capítulo 3.


8.31-34 ¿Cree que por no ser suficientemente bueno Dios no lo salvará? ¿Piensa o siente que la salvación es para todos menos para usted? Entonces estos versículos le vienen muy bien. Si Dios entregó a su Hijo por usted, ¡no va a quitarle la salvación! Si Cristo dio su vida por usted, ¡no va cambiar de opinión ni condenarlo! La epístola de Romanos, más que una explicación teológica de la gracia redentora de Dios, es una carta de consuelo y aliento dirigida a usted.


8.34 Pablo dice que Jesús ruega a Dios por nosotros en el cielo. Dios nos absolvió y quitó nuestro pecado y culpa; es Satanás, no Dios, el que nos acusa. Cuando esto sucede, Jesús es el abogado que está a la diestra de Dios para defendernos. Si desea más información acerca del concepto de que Cristo es nuestro intercesor, véase la nota a Heb 4:14; Heb 4:15.


8.35, 36 Estas palabras se escribieron a una iglesia que muy pronto estaría bajo una terrible persecución. En pocos años más, la situación hipotética de que Pablo hablaba se convertiría en una realidad dolorosa. Este pasaje reafirma el amor profundo de Dios por su pueblo. No importa lo que pase ni dónde estemos, su amor nunca nos dejará. El sufrimiento no nos separará de Dios, sino que nos ayudará a identificarnos con El mucho más y permitirá que su amor nos alcance y nos sane.


8.35-39 Estos versículos contienen una de las promesas más reconfortantes de todas las Escrituras. Los creyentes siempre han tenido que enfrentar dificultades de diversas formas: persecución, enfermedad, prisión, aun muerte. Esto podría hacerles creer que Cristo los había abandonado. Pero Pablo exclama que es imposible que algo nos separe de Cristo. Su muerte a nuestro favor es prueba de su amor inquebrantable. Nada impedirá su presencia constante con nosotros. Dios nos dice cuán grande es su amor para que nos sintamos bien seguros en El. Si tenemos esta seguridad sorprendente, no temeremos.


8.38 Esta potestades son fuerzas invisibles de maldad en el universo, fuerzas como Satanás y sus ángeles caídos (véase Eph 6:12). En Cristo somos más que vencedores y su amor nos protegerá de cualquier potestad.

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