martes, 2 de noviembre de 2021

JUAN 19

  •  Crucifixión y muerte de Jesús
  • (Mt. 27.32–50;  Mr. 15.21–37;  Lc. 23.26–49) 
  • El costado de Jesús traspasado
  • Jesús es sepultado
  • (Mt. 27.57–61;  Mr. 15.42–47;  Lc. 23.50–56) 









19.1ss A fin de captar todo el cuadro de la crucifixión de Jesús, léase la perspectiva de Juan junto a los otros tres relatos en Mateo 27, Marcos 15 y Lucas 23. Cada escritor agrega detalles significativos, pero cada uno trasmite el mismo mensaje: Jesús murió en la cruz en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento, para que pudiésemos ser salvos de nuestros pecados y recibir vida eterna.

19.1-3 El azote pudo haber matado a Jesús. El procedimiento acostumbrado era desnudar la parte superior del cuerpo de la víctima y atar sus manos a un pilar antes de azotarlo con un látigo de tres puntas. La cantidad de latigazos se determinaba por la severidad del delito; bajo la Ley se permitían hasta cuarenta (Deu 25:3). Después de azotarlo, Jesús también debió soportar otras agonías que se narran aquí y en los otros Evangelios.

19.2-5 Los soldados fueron más allá de la orden de azotar a Jesús; también se burlaron de su pretensión de realeza colocando una corona sobre su cabeza y un manto real sobre sus hombros.

19.7 Finalmente la verdad salió a la luz: los líderes religiosos no llevaron a Jesús ante Pilato por causar una rebelión contra Roma, sino porque pensaban que había quebrantado sus leyes religiosas. La blasfemia, uno de los delitos más serios en la Ley judía, merecía la pena de muerte. Acusar a Jesús de blasfemia daría credibilidad a su caso ante los ojos de los judíos; acusar a Jesús de traición daría credibilidad a su caso ante los ojos de los romanos. A ellos les daba igual que Pilato escuchase una acusación u otra, con tal que cooperase con ellos en matar a Jesús.

19.10 Durante el juicio vemos que Jesús fue el que mantuvo el control, no Pilato ni los líderes religiosos. Pilato vaciló, los líderes religiosos reaccionaron movidos por odio y enojo, pero Jesús mantuvo su compostura. Sabía la verdad, conocía el plan de Dios y el motivo de su juicio. A pesar de la presión y la persecución, Jesús permaneció impasible. En realidad eran Pilato y los líderes religiosos los que se estaban juzgando, no Jesús. Cuando a usted lo cuestionen o ridiculicen debido a su fe, recuerde que aunque esté en juicio ante sus acusadores, ellos están en juicio ante Dios.

19.11 Cuando Jesús dijo que el hombre que lo entregó era más culpable que Pilato, no disculpaba a Pilato por reaccionar ante la presión política que se ejercía sobre él. Pilato era responsable de su decisión con respecto a Jesús. Caifás y los otros líderes religiosos eran culpables de un pecado mayor porque premeditaron el homicidio de Jesús.

19.12, 13 Estas palabras obligaron a Pilato a permitir la crucifixión de Jesús. Como gobernador romano de la región, se esperaba que Pilato mantuviera la paz. Debido a que Roma no podía proporcionar tropas numerosas a las regiones distantes, mantenía el control aplastando cualquier rebelión en forma inmediata y con fuerza brutal. Pilato temía que si al César llegaban informes de insurrección en su región le costara el puesto e incluso la vida. Cuando enfrentamos una decisión difícil, podemos tomar el camino más fácil o defender lo que es bueno, sin importar el costo. "Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado" (Jam 4:17).

19.13 El Enlosado era el lugar contiguo a la Torre Antonia, fortaleza en la esquina noroeste del complejo del templo.

19.15 Los líderes judíos buscaban con desesperación librarse de Jesús al punto que, a pesar de su intenso odio por Roma, gritaban: "No tenemos más rey que César". ¡Qué ironía aparentar alianza con Roma mientras rechazaban su Mesías! Sus palabras los condenaron porque Dios tenía que ser único y verdadero Rey, y ellos abandonaron todo rasgo de lealtad hacia El. Los sacerdotes en realidad perdieron su razón de ser: en lugar de volver a la gente hacia Dios, clamaban apoyar a Roma a fin de dar muerte a su Mesías.

19.17 Este lugar llamado de la "Calavera" o Gólgota era una colina que se hallaba en las afueras de Jerusalén, junto a una vía principal muy transitada. Muchas ejecuciones se realizaban allí de modo que todos lo vieran y sirviera como escarmiento a la gente.

19.18 La crucifixión era una forma romana de castigar. A la víctima sentenciada a este tipo de ejecución la obligaban a llevar su cruz por la vía principal hasta el lugar de la ejecución, como una advertencia a todo observador. Las cruces y los métodos de crucifixión variaban. A Jesús lo clavaron en la cruz, a otros simplemente lo amarraban con sogas. La muerte llegaba por sofocación, debido a que el peso del cuerpo impedía la respiración normal a medida que la víctima perdía energías. La crucifixión era una muerte terriblemente lenta y dolorosa.

19.19 Este letrero intentaba ser irónico. Un rey, desnudado y ejecutado en público, obviamente tenía que haber perdido su reino para siempre. Pero Jesús, que invierte la sabiduría del mundo, iniciaba así su reino. Su muerte y resurrección darían un golpe mortal al gobierno de Satanás y establecería su autoridad eterna sobre la tierra. Muy pocas personas entenderían aquella tarde sombría el verdadero significado de ese letrero, que no hacía otra cosa sino expresar la verdad. No estaba todo perdido. Jesús era el Rey de los judíos, de los gentiles y de todo el universo.

19.20 El título estaba escrito en tres idiomas: arameo para los judíos nativos, latín para las fuerzas de ocupación romanas y griego para los extranjeros y judíos visitantes de otros lugares.

19.23, 24 Los soldados romanos encargados de la crucifixión acostumbraban apropiarse de las vestimentas de los condenados. Se repartieron sus vestidos, pero les costó mucho determinar quién se llevaba su túnica, pieza valiosa de su vestimenta. De esta manera se cumplía la profecía del Psa 22:18.

 MARIA MAGDALENA
La falta de mujeres entre los doce discípulos ha incomodado a algunas personas. Pero es obvio que hubo muchas mujeres entre los seguidores de Jesús. También es bueno notar que Jesús no trató a las mujeres como lo hacía su cultura; las trató con dignidad, como personas valiosas.
María de Magdala fue una de los primeros seguidores de Jesús y por cierto merece llamarse discípula. Una mujer enérgica, impulsiva y cariñosa, que no solo viajó con Jesús, sino que también contribuyó a las necesidades del grupo. Presenció la crucifixión y fue a ungir el cuerpo de Jesús la mañana del domingo cuando descubrió la tumba vacía. María fue la primera en ver a Jesús luego de resucitado.
María Magdalena es un ejemplo de corazón ardiente que vivió agradecido. Jesús la liberó milagrosamente cuando echó fuera de ella siete demonios. En todo cuanto se nos dice de ella, notamos su agradecimiento por la libertad que Cristo le concedió. Esa libertad la llevó a estar al pie de la cruz cuando todos los discípulos, excepto Juan, estaban ocultos por temor. Se mantuvo cerca de su Señor. Después de la muerte de Jesús, su intención fue ofrecerle todo el respeto posible. Como todos los seguidores de Jesús, nunca esperó una resurrección corporal, pero se regocijó en gran manera al descubrir que había resucitado.
María no tenía una fe complicada. Fue directa y genuina. Le interesaba más creer y obedecer que comprenderlo todo. Jesús honró su fe casi infantil, concediéndole el privilegio de ser la primera en verlo resucitado y confiándole el primer mensaje de su resurrección.
Puntos fuertes y logros :
-- Contribuyó a las necesidades de Jesús y sus discípulos
-- Una de las pocas seguidoras fieles que estuvo al pie de la cruz
-- Primera en ver al Cristo resucitado
Debilidades y errores :
-- Jesús tuvo que echar de ella siete demonios
Lecciones de su vida :
-- Los obedientes crecen en entendimiento
-- Las mujeres son vitales en el ministerio de Jesús
-- Jesús se relaciona con las mujeres de acuerdo a cómo las creó: reflejando de igual a igual la imagen de Dios
Datos generales :
-- Dónde: Magdala
-- Ocupación: No se nos dice, pero al parecer era adinerada
-- Contemporáneos: Jesús, los doce discípulos, María, Marta, Lázaro, la madre de Jesús, María
Versículo clave :
"Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios" (Mar 16:9).
La historia de María Magdalena aparece en Mateo 27-28; Marcos 15-16; Lucas 23-24 y Juan 19-20. También se menciona en Luk 8:2.
Tomás, a menudo recordado como el "incrédulo", merece respeto por su fe. Fue un incrédulo, pero su incredulidad tuvo un propósito: quería saber la verdad. Tomás no se aferró a sus dudas. Creyó de buena gana cuando le dieron razones para hacerlo. Expresó todas sus dudas y esperó la explicación de las mismas. Sus dudas eran solo una forma de reaccionar, no una costumbre.
A pesar de que nuestra visión de Tomás es breve, su carácter se manifiesta con firmeza. Procuró ser fiel a lo que conocía, a pesar de lo que sentía. En un momento, cuando para todos era evidente que la vida de Jesús peligraba, solo Tomás expresó con palabras lo que la mayoría sentía. "Vamos también nosotros, para que muramos con El" (Joh 11:16). No dudó en seguir a Jesús.
No sabemos por qué Tomás estaba ausente la primera vez en que Jesús apareció a los discípulos después de la resurrección, pero fue renuente en aceptar el testimonio de ellos acerca de este hecho. ¡Ni siquiera sus diez amigos lograrían cambiar su forma de pensar!
Podemos dudar sin tener que vivir en incredulidad toda la vida. Las dudas motivan una reconsideración. Su propósito se relaciona más con agudizar la mente que con cambiar de manera de pensar. La duda puede usarse para plantear la pregunta, lograr una respuesta e impulsar a una decisión. Pero la duda nunca debe ser una condición permanente. La duda es un pie en alto, listo para ponerlo delante o detrás. No hay acción hasta que el pie baja.
Cuando titubee, anímese a pensar en Tomás. No se plantó en sus dudas, sino que permitió que Jesús lo encaminara a creer. Anímese pensando en que un sinnúmero de seguidores de Jesús tuvieron problemas con las dudas. Las respuestas que Cristo les dio le pueden ser de gran ayuda. No se detenga en las dudas, siga hasta tomar una decisión y creer. Busque a otro creyente con el que pueda expresar sus vacilaciones. Las dudas silentes rara vez hallan respuestas.
Puntos fuertes y logros :
-- Uno de los doce discípulos
-- Efusivo en dudas o creencias
-- Fue un hombre leal y sincero
Debilidades y errores :
-- Junto con los otros, abandonó a Jesús en su arresto
-- Rehusó creer las afirmaciones de otros que vieron a Jesús y demandó pruebas
-- Manifestó una actitud algo pesimista
Lecciones de su vida :
-- Jesús no rechaza las dudas sinceras y dirigidas a creer
-- Es mejor creer en voz alta que ser incrédulo en silencio
Datos generales :
-- Dónde: Galilea, Judea, Samaria
-- Ocupación: Discípulo de Jesús
-- Contemporáneos: Jesús, otros discípulos, Herodes, Pilato
Versículos clave :
"Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás le respondió y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío!" (Joh 20:27-28).
La historia de Tomás se narra en los Evangelios. También se menciona en Act 1:13.


19.25-27 Aun mientras agonizaba en la cruz, Jesús seguía ocupándose de su familia. Pidió a Juan que se hiciera cargo de María, su madre. Nuestra familia es un regalo precioso de Dios y debiéramos valorarla y cuidarla bajo todo tipo de circunstancias. Ninguna labor cristiana ni responsabilidad en cualquier trabajo o posición nos exime de la obligación de cuidar de nuestra familia. ¿Qué puede hacer hoy para demostrar amor a su familia?

19.27 Jesús pidió a su amigo cercano Juan, escritor de este Evangelio, que cuidara a su madre, María, cuyo esposo, José, quizás ya había fallecido. ¿Por qué no asignó Jesús esta tarea a sus hermanos? Como hijo mayor, confió su madre a una persona que estaba con El junto a la cruz y esa persona era Juan.

19.29 Esta vasija de vinagre era un vino barato que los soldados romanos bebían mientras esperaban que muriera el crucificado.

19.30 Hasta ese momento, un sistema complicado de sacrificios se ofrecía por los pecados. El pecado separa al hombre de Dios y solo mediante el sacrificio de un animal, un sustituto, la gente podía recibir perdón de su pecado y llegar a obtener limpieza delante de Dios. Pero la gente peca continuamente, de modo que eran necesarios sacrificios frecuentes. Jesús, sin embargo, fue el sacrificio final por el pecado. La palabra consumado es la misma que se traduce "cancelado". Jesús vino a consumar la salvación de Dios (4.34; 17.4), a pagar la deuda total de nuestros pecados. Con su muerte, el complejo sistema sacrificial terminaba porque Jesús cargó con todos nuestros pecados. Ahora podemos acercarnos con libertad a Dios por lo que hizo a nuestro favor. Los que creen en la muerte y resurrección de Jesús pueden vivir por la eternidad con Dios y escapar de la muerte que lleva consigo el pecado.

19.31 Iba en contra de la Ley de Dios exponer el cadáver de una persona toda la noche (Deu 21:23), así como también estaba prohibido trabajar después de la puesta de sol el viernes, cuando el sábado empezaba. Por eso los líderes religiosos querían que en cuanto fuera posible, el cuerpo de Jesús se bajara de la cruz y se le diera sepultura antes de la puesta del sol.

19.31-35 Estos romanos eran soldados experimentados. Sabían por crucifixiones anteriores si un hombre estaba o no muerto. Sin lugar a dudas, Jesús estaba muerto cuando se acercaron para comprobarlo, por eso decidieron no quebrarle las piernas como lo hacían con otras víctimas. Cuando atravesaron su costado y vieron la separación de la sangre y el agua (indicadores de que punzaron la membrana externa cardíaca y el corazón mismo) ratificaron que había fallecido. Algunas personas dicen que en realidad Jesús no murió, sino que se desmayó, y es por eso que "resucitó". Pero tenemos el testimonio imparcial de los soldados romanos de que Jesús en verdad murió en la cruz (véase Mar 15:44-45).

19.32 Los soldados romanos quebraban las piernas de las víctimas para apresurarles la muerte. Cuando una persona cuelga de la cruz, la muerte viene por sofocación, pero la víctima podía elevarse presionando la cruz con sus pies y así continuar respirando. Con las piernas rotas, la sofocación era inmediata.

19.34, 35 Los detalles gráficos de la muerte de Jesús en los relatos de Juan son muy importantes, ya que Juan fue un testigo presencial.

19.36, 37 Jesús murió cuando se disponían a matar a los corderos para la Pascua. Ni un hueso se rompía en los corderos sacrificados (Exo 12:46; Num 9:12). Jesús, el Cordero de Dios, fue el sacrificio perfecto por los pecados del mundo (1Co 5:7).

19.38, 39 Cuatro personas cambiaron en el proceso de la muerte de Jesús. El malhechor, que agonizaba en la cruz próxima a Jesús, pidió que se acordara de él en su reino (Luk 23:39-43). El centurión romano proclamó que Jesús verdaderamente era el Hijo de Dios (Mar 15:39). José y Nicodemo, miembros del concilio judío y seguidores secretos de Jesús (Mar 7:50-52), dejaron de encubrirse. Estos hombres cambiaron más por la muerte de Jesús que por su vida. Descubrieron quién era y ese descubrimiento hizo aflorar en ellos fe, proclamación y acción. Al meditar en Jesús y su muerte, debemos llegar a lo mismo: creer, proclamar y actuar.

19.38-42 José de Arimatea y Nicodemo eran seguidores de Jesús a escondidas. Temían darse a conocer por la posición que ocupaban en la comunidad judía. José era un líder y miembro de honor del Sanedrín. Nicodemo, también era un miembro del concilio, fue a Jesús de noche (3.1) y más tarde intentó defenderlo delante de otros líderes religiosos (7.50-52). Sin embargo, arriesgaron su reputación para dar sepultura a Jesús. ¿Es usted un creyente a escondidas? ¿Se oculta de sus amigos y compañeros de trabajo? Este es el momento de salir de su encierro y proclamar su fe.

19.42 Esta tumba quizás era una cueva que se hallaba en una colina rocosa. Era tan espaciosa que un hombre podía caminar dentro, de manera que José y Nicodemo pusieron el cuerpo de Jesús dentro. Una piedra de gran tamaño se colocó en la entrada.

19.42 Al sepultar a Jesús, Nicodemo y José debieron apurarse para no trabajar en el día de reposo, que empezaba el viernes al atardecer, con la puesta del sol.








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