domingo, 24 de abril de 2022

2CRONICAS 18

  • Micaías profetiza la derrota de Acab

(1 R. 22.1–40) 


2CRONICAS 18





18.1ss A pesar de que Josafat estaba profundamente comprometido con Dios, arregló el matrimonio de su hijo con Atalía, la hija del malvado rey Acab de Israel, y luego hizo una alianza militar con él. La popularidad y el poder de Josafat lo hicieron atractivo para el astuto y oportunista Acab. Esta alianza tuvo tres consecuencias devastadoras: (1) Josafat provocó la ira de Dios (19.2). (2) Cuando Josafat murió y Atalía llegó a ser reina, se apoderó del trono y casi destruyó a todos los descendientes de David (22.10-12). (3) Atalía llevó las prácticas malvadas de Israel a Judá, lo que a la larga originó la caída de la nación.
Cuando los creyentes que están en una posición de liderazgo se asocian con icrédulos, se pueden ver comprometidos los valores y entorpecida la conciencia espiritual. La Biblia a menudo nos advierte en contra de las asociaciones con no creyentes (2Co 6:14). (Véase la nota a 20.37 para más información acerca de las alianzas.)

18.3-8 Los reyes malvados no querían a los profetas de Dios que traían mensajes de fatalidad (18.17; Jer 5:13). Por lo mismo, muchos de ellos contrataron profetas que les dijeran sólo lo que querían escuchar (Isa 30:10-11; Jer 14:13-16; Jer 23:16, Jer 23:21, Jer 23:30-36). Estos hombres fueron falsos profetas porque ensalzaban la grandeza del rey y predecían la victoria a pesar de la situación real.

BATALLA CONTRA SIRIA :  El rey Josafat hizo una alianza con el malvado rey Acab de srael. Juntos decidieron atacar Ramot de Galaad y acabar con los sirios que habían ocupado la ciudad. Pero Josafat quiso primero buscar el consejo de un profeta. Los profetas de Acab predijeron la victoria, pero Micaías predijo la derrota. Ambos reyes fueron derrotados y Acab fue muerto.
18.3-8 El malvado Acab pidió a Josafat que uniera fuerzas con él en batalla (18.2, 3). Antes de hacer ese compromiso, Josafat buscó correctamente el consejo de Dios. Sin embargo, cuando Dios dio su respuesta por medio del profeta Micaías (18.16), Josafat lo ignoró (18.28). No nos hace ningún bien buscar el consejo de Dios si lo ignoramos cuando se nos da. El verdadero amor a Dios se muestra no solo al pedir su guía, sino al seguir la instrucción una vez que se nos da.

18.5-16 Cuando usted quiere complacer o impresionar a alguien, es muy tentador mentir para parecer bueno. Los cuatrocientos profetas de Acab hicieron justamente eso, al decir a Acab solo lo que él quería escuchar. Entonces fueron recompensados por hacer feliz a Acab. Micaías, sin embargo, dijo la verdad y fue arrestado (18.25, 26). El obedecer a Dios no siempre nos protege de las consecuencias malvadas. Es más, la obediencia puede provocarlas. Pero es mejor sufrir por el descontento humano que por la ira de Dios (Mat 10:28). Si usted se ve ridiculizado por ser honesto, recuerde que esta puede ser una señal de que está haciendo lo que es correcto a los ojos de Dios (Mat 5:10-12; Rom 8:17, Rom 8:35-39).

18.22 Dios utilizó la influencia seductora de aquellos falsos profetas para juzgar a Acab. Ellos dijeron a Acab lo que él quería oír. Dios los dejó seguir adelante con sus planes de mentir como una manera de quitar a Acab del trono. Estos profetas, apoyados por Acab, lo hicieron caer en la trampa de su pecado. Debido a que los escuchó a ellos y no a Dios, murió en batalla. El espíritu de mentira es una ilustración de todo el estilo de vida de esos profetas: decirle al rey solo aquello que quería escuchar, y no lo que necesitaba oír. Los líderes solo encontrarán problemas si se rodean de consejeros que solo piensan en agradarlos.

18.31 Los problemas de Josafat comenzaron cuando unió fuerzas con el malvado rey Acab. Casi al instante fue el blanco de los soldados que por error lo habían identificado como Acab. Pudo haber aceptado su destino, porque se lo merecía en gran manera, pero clamó a Dios, quien milagrosamente lo salvó. Cuando pecamos y surgen las consecuencias inevitables, nos vemos tentados a rendirnos. "Decidí pecar", podemos pensar, "es mi falta y debo aceptar las consecuencias". Si bien podemos merecernos lo que venga como consecuencia, no hay razón por la que no podamos pedir la pronta ayuda de Dios. Si Josafat se hubiera rendido, probablemente hubiera muerto. No importa cuán grande haya sido su pecado, usted todavía puede clamar a Dios.


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