viernes, 4 de marzo de 2022

DEUTERONOMIO 27

  • Orden de escribir la ley en piedras sobre el Monte Ebal
  • Las maldiciones en el monte Ebal


DEUTERONOMIO 27





27.5, 6 El Señor había especificado que se edificara un altar de piedras sin cortar (piedras del campo) de modo que el pueblo no empezara a adorar los altares como si fueran ídolos. El uso del cincel para cortar una piedra del altar equivaldría a profanarlo (Exo 20:24-26). Además, como en esa época los israelitas todavía no estaban capacitados para trabajar con hierro, la utilización de herramientas de hierro podría indicar que hacían uso de la cooperación y la pericia de otras naciones.

27.9, 10 Moisés estaba revisando la ley con la nueva generación del pueblo. Cuando decidimos creer en Dios, debemos también decidir seguir sus caminos. Lo que hacemos muestra lo que realmente creemos. Examínese a sí mismo y pregúntese si la gente puede discernir que usted es un miembro de la familia de Dios.

27.15-26 Estas maldiciones eran una serie de juramentos, dichos por los sacerdotes y afirmados por el pueblo, por lo que este prometía mantenerse alejado de las malas acciones. Al decir Amén, "Así sea", el pueblo se responsabilizó de sus actos. Algunas veces cuando miramos una lista de maldiciones como esta, pensamos que Dios tiene mal carácter y que está listo para aplastar a cualquiera que se salga de la línea. Pero debemos ver estas restricciones no como amenazas, sino como advertencias amorosas acerca de los hechos mismos de la vida. De la misma manera que advertimos a los niños que se alejen de las estufas calientes y de las calles de mucho tránsito, Dios quiere que nos alejemos de los actos peligrosos. La ley natural de su universo nos dice claramente que cuando hacemos algo malo en contra del hombre o de Dios surgen consecuencias trágicas. Dios es lo suficientemente misericordioso con el hombre para decirle esta verdad llanamente. Motivadas por el amor y no por la ira, sus palabras severas nos ayudan a evitar las consecuencias graves que resultan de rechazar a Dios o de hacer mal a otros. Pero Dios no nos deja solamente con maldiciones y consecuencias. Inmediatamente después de estas maldiciones, descubrimos las grandes bendiciones (consecuencias positivas) que surgen cuando vivimos para Dios (28.1-14). Esto nos proporciona un incentivo adicional para obedecer las leyes de Dios. Ya que todas estas bendiciones no vendrán en nuestra vida terrenal, los que obedezcan a Dios experimentarán la plenitud de su bendición cuando establezca los nuevos cielos y la nueva tierra.


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